Sí, vale,
todo va bien,
¿qué quieres que te cuente
si la verdad
es que ya me he tirado
demasiadas veces
por el acantilado?
Estoy harta de tantos labios
que piden besos
y de tantas palabras
que piden ser cortadas.
Me siento como aquellas personas
que desean
vivir al límite;
ya me he tirado
de cabeza
unas cuantas veces
por culpa
de tus embriagadores ojos.
Cualquier mago que te viera,
renunciaría a la magia.
Tú eres magia
y lo demás no es nada.
No conozco la palabra cordura
desde que te vi.
Y se me ha olvidado lo qué es la lógica
porque continúo
buscando
tus labios,
tus ojos,
tus manos
allá dónde vayamos.
Perdón,
dónde vaya.
Me he acostumbrado
al plural,
al tú y yo,
al nosotros.
Y a las repeticiones al escribir.
Tal vez sea porque, cuando estoy contigo,
no sé decir nada con claridad
y me repito
y me repito
y me repito.
Me has vuelto a mirar,
y has hecho de mi corazón
una rueda giratoria.
Ni vuelcos ni nada,
terremotos.
Creo que otra vez
me voy a caer
por el precipicio
de la vida,
o de tus besos.
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