Este texto lo escribí cuando escuché a Pablo López hablar en el Hormiguero sobre su nuevo disco.
Somos el niño que llevamos dentro. Lo somos aunque a veces nos cueste reconocerlo. Somos el niño que fuimos y lo seguiremos siendo. Somos aquel niño que jugaba con sus amigos al pilla-pilla y corría sin parar para que no le pillasen. Lo somos. Y somos aquel pequeño que sólo quería jugar. Lo somos. Y muchas veces se nos olvida. Muchas veces estamos tan metidos en nuestro cuerpo de adulto que se nos olvida lo esencial: la libertad de ser niños. A pesar de que nosotros creemos lo contrario, los niños nos enseñan más a nosotros que nosotros a ellos. Es así. Cuando eres niño, lo ves todo con mayor claridad. Esa típica frase de "sólo es un niño" es una gran mentira. No es sólo un niño. Es más que eso. Es una persona capaz de ver lo que los demás no ven, de comprender lo que nadie comprende y de observar más allá del cuadro. Cuando vemos a un niño pintar de esa manera tan graciosa, tan abstracta, tan imperfecta, nunca pensamos que pueda ser una obra maestra. Pero lo es. Los dibujos del niño transmiten mucho más allá de un simple garabato con un montón de colores. Transmite lo que el niño siente, lo que piensa, lo que vive, lo que observa. Muchas veces cuando cojemos un papel y boli nos limitamos a dibujar el objeto pero no lo que hay detrás. Ahí es donde está la magia de la niñez: en ver más allá. Los niños tienen una vista panorámica para ver lo que los adultos no somos capaces de observar. Cuando hay una pelea, el niño es el primero en darse cuenta. Cuando algo no va bien, el niño es el primero en hablar. Porque saben mirar adentro.
Se nos olvida lo que fuimos. Y no deberíamos hacerlo. Nuestra niñez es el camino que nos guía hacia nuestra edad adulta, el que nos lleva hacia nuestros sueños. La niñez es la luz que nos guía para lograr nuestras metas. Si todos fuésemos niños, habría menos guerras, menos desigualdad, más amor.
Así que ya sabes:
Escucha al niño que llevas dentro.