sábado, 27 de febrero de 2016

La caperucita y el lobo feroz

Creo que se te puede llamar mago,
si te introduces en mi mente
cada vez que algo hago.

Este bolígrafo tiene en la tinta
un poco de brillo,
como tu sonrisa;
y un poco de intenso,
como tu carisma.

No sé si los pájaros cantan
por naturaleza
o porque tú has pasado
delante de ellos.

Dime una frase
que, con tal de salir de tus labios,
versos te hago,
o besos,
lo que tu prefieras.
Pero nada que vaya conmigo
lo vas a preferir,
mientras que yo lo prefiero todo
si en ello tu nombre oigo.

Eres el lobo
que se mete por mi piel
hasta llegar al corazón
sin bocados ni nada;
sin trampas
ni adivinanzas.

Y yo sigo siendo Caperucita
que pide a gritos
que le quites la maldita caperuza
y los collares
y los tacones
para llevarla a bailar
y, luego,
a ver el mar
y hacerle sentir mar
con océano a su lado.

Después, meterla en la cama,
que seguro que de ahí no se escapa,
porque el mar nunca supo
huir del océano
y menos si éste
le impide tener frío
en invierno.

Caperucita ha enterrado su caperuza
y se ha puesto rímel
y un poco de color en los labios
porque sabe que el lobo
se lo va a quitar
con un besazo.

Así que, aquí estamos,
quítame los prejuicios
con un bocado
que yo te voy a quitar
la tristeza
con una poesía
hecha por mis manos
y escrita en tu espalda
para que se te quede la marca.

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