miércoles, 18 de mayo de 2016

Me duele la cabeza de tanto pensar en ti

Ando un poco mareada,
sin hallar la razón
para escribir esto.
Me duele la barriga
de tanto comerte
y me he acabado acostumbrando
a darte los buenos días
sin caricias,
pero con alguna rima
que haga despertar
a esa sonrisa
tan preciosa
que tienes.
Me dije a mí misma
que esto no volvería a ocurrir,
se lo prometí a mi corazón
que malherido estaba ya
como para soportar
más tormentas.
Pero aquí estoy.
De nuevo,
dándolo todo
por alguien
que me susurra
bellezas
mientras me quita la camisa
con delicadeza.
Aquí estoy contigo,
regalándote mi sonrisa más sincera
y mis labios
de carmín.

Me he tropezado
y me han dado ganas de llorar
tres veces al día.
Porque siempre
es más fácil llorar
que reír,
o por lo menos
yo lo veo así.

Me duele el cuello
de tanto estirarlo
para ver a la torre
que se alza a mi lado
y me he cortado
con unos labios
de marfil
y ahora los míos son rojos,
pero no de pintalabios,
sino de sangre.

Me has tirado a la cama
y me has hecho sentir muy libre,
muy mía,
aunque los dos sabemos
que sólo soy tuya.
Que sólo soy esa gota
que muere lentamente
en tu boca.

Han pisado suelo.
Soy yo.
Abajo de todo,
lo que nadie ve,
basura para muchos,
suciedad para todos.
Eso soy yo.
Soy unas manos temblorosas
que nadie se da cuenta
que están temblando.
Y no de frío,
porque tú bien me lo quitas.
Sino de miedo.
Miedo a acabar con la vida
que me queda a tu lado,
que ya llevo seis pérdidas
y a la séptima,
me voy a la ruina.
Miedo a ti
y a tus besos de oro.
A tus ojos castaños
y a tu risa contagiosa.
Miedo a ti
y a tu perfecta perfección.
A las rimas
que se repiten
y a los versos
que llevan tu nombre.

He gritado tanto
tu nombre
que me he quedado afónica.
Me duele la cabeza
de tanto pensar en ti.
Tengo agujetas
de todas las veces
que mi casa se queda sola
y ya sólo aspiro
a ser gota en tu boca.
Algo efímero,
pero eternamente feliz.

Así que aquí ando,
revolviendo palabras
después de que me hayas
revuelto las sábanas
y de que las mariposas
hayan revuelto mi estómago.
Tengo ganas de vomitarlas
todas,
junto con este miedo
y esta inquietud.

Espero que la vida
que me falta
sea contigo.
Porque ya no hay nada.
Porque ya no hay nada,
nada más que tú.

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