jueves, 26 de mayo de 2016

Para vosotras porque sí, porque os lo merecéis

Hoy me he caído.
Y ayer.
Y anteayer.
Y todos esos días
en los que la vida
me da más empujones
que caricias.
Me he tropezado
ochocientas veces
con la misma piedra
y es más:
hasta me enamoré de ella.
Pero todo va bien.
Porque siempre
las cosas van bien
cuando te rodeas
de gente maravillosa.
Y esas sois vosotras.

Madre mía.
Quién me lo diría.
Después de tantos años
y todavía unidas.
Sois mi amuleto de la suerte,
aquel que siempre está,
que aunque parezca
que no puedo tener más mala suerte,
ahí está,
para ayudarme,
para darme esperanza,
para hacer que crea
un poquito más en la vida.
O en las personas.
Que no son muchas,
pero así mejor.
Prefiero pocas y siempre
que muchas y nunca.

Vosotras estáis siempre.
Sois el café caliente
después de un día agotador,
el reloj que vuelve a tocar
las ocho de la mañana
y hace que todo
vuelva a la normalidad.
Que eso es lo que una
sólo quiere que ocurra.
Que todo sea rutina,
ni catástrofes
ni nada por el estilo.

Sois la manta que me calienta
cuando tengo frío,
el abrazo
que te invade de felicidad
o al menos
de cariño,
las manos que me acarician,
que me secan las lágrimas
para que no vuelva a llorar.

Sois la piedra grande
que desafía al mar,
sólo para no llegue
a la calle
que, agotada,
ya no puede soportar
más oleajes.
Sois el Sol
que aparece
y resplandece
después de la larga tormenta.

Para qué voy a andarme
con poesía
si lo puedo
decir sin más rimas:
sois toda mi vida.

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