martes, 6 de septiembre de 2016

La desnudez

No hay que darle importancia al cuerpo desnudo. Es la realidad intransigente la que nos debe hacer sentir libres, la que nos debe empujar hacia las facetas más oscuras y no por tanto las menos alegres. Es nuestro deseo, nuestra pasión lo que nos llevará hacia las nubes de un cielo azul que por una vez está despejado y no nos atormenta de nuevo los rayos ni los truenos ni todas aquellas cosas que nos dan miedos. Por una vez, estamos seguros de lo que queremos y nos sorprendemos al querer más. Sin embargo, no hay que alarmarse, eso es lo que nos mueve: la sed de deseo.

Hay que perderse en las clavículas de alguien de vez en cuando, cantar una dulce canción entre gemidos desafinados y oír la mente desplomarse ante lo que es el cuerpo humano. Dos cuerpos moviéndose a un ritmo irregular entre suspiros (pero no de los tristes) y gritos a plena voz para que el mundo sepa que está tocando el cielo de una jodida y agradable vez.

Es la ropa caerse, las sonrisas despeinadas y las sábanas blancas los que nos hacen sentir libres. No hay que darle importancia al cuerpo desnudo porque es tu cuerpo, sin más. Son tus cicatrices lo que te hace perfecta y el modo en el que él las limpia con saliva lo que te hace eterna.

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