martes, 13 de septiembre de 2016

Días lluviosos, cielos grisáceos y tú, de color.

Día lluvioso.
Cielo grisáceo
y personas monótonas
paseando con sus paraguas
en un mundo de blanco y negro.

Llantos desconsolados
de margaritas deshojadas
porque a aquel que le quitó los pétalos
le salió que ya no.
Y gotas de agua cayendo
de las verdes hojas
como si el árbol de la felicidad
también se hubiese puesto a llorar.

Cigarrillos mojados,
alquitrán en labios
que antes hubiesen sido besados.
Y no quiero decir
que ahora no lo sean
por el exceso de tabaco,
lo que quiero decir
es que ahora no lo son
por el exceso de amor
que tuvieron en el pasado.

Cuántas veces
nos hemos sentido
gilipollas
al haber llamado corazón
al mismo que te lo estaba destrozando.

Y ahora tú.
Con tus ganas de cambiarlo todo,
con tus ganas de quererme a mí.
Tú diciéndole que no
a la superficialidad de esta sociedad
materialista y capitalista
(que va más o menos
de lo mismo)
y pintando flores de colores
en los muros grises
de una monarquía
a la que ya no le va
la palabra democracia.
Tú queriéndome
a pesar de mis miles de defectos
y susurrándome
que hoy puedo gritar utopías
y callar a políticos
con poemas sin censura,
versos sin rimas
y afirmaciones muy ciertas
que nadie se atrevió a afirmar.
Tú mirándome
y haciéndome sentir al mismo tiempo.
Intentando que vea que los días de lluvia
no son tan malos
y aprovechándolos
para meterme en la cama
y quedarnos en casa
entre risas desafinadas
y sonrisas despeinadas.
Porque, joder,
que bonita es la música
que sale de tus preciosos labios.

Tú pintando el mundo
de color
y yo sintiéndome arcoíris
en un cielo
que todavía sigue siendo grisáceo.




Aunque contigo 
siempre sale el Sol.

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