lunes, 4 de julio de 2016

Versos que probablemente nunca leas

He escrito tantos versos
hablando de la sucesión de besos
que nos dimos
en Puerta de Jerez,
escuchando la lluvia caer,
entre el frío de fuera
y el calor de tu piel,
que ya no se me ocurre
de qué hablar,
porque hay tantas cosas
que decir de tu mirada
que se me acaban las palabras
y mis manos están cansadas
de escribirte
para que ya no me vuelvas a leer.

Me escondí.
Me tapé con unos brazos
que no eran los tuyos
y me hallé en unos besos
que no sabían a ti.
Y me enamoré.
Me enamoré
de su parecer,
de sus ojos miel,
de todas esas maneras
que tenía
de hacerme sentir bien.
Y me olvidé.
Me olvidé
de Puerta de Jerez,
de tu risa
y de todas esas malditas tonterías
que me hacían sonreír.

Pero tú sigues paseándote
por aquí
porque yo nunca me atreví
a soltar a los perros
ya que yo lo que quería
era ser la única
que te mordiese a ti.
Y todavía sigues
por aquí
y yo no me atrevo
a decirte que te vayas,
por razones que desconozco
o que quiero desconocer.

Andas por mi mente,
inundando todo de nostalgia
y de un ''no saber hacia dónde ir''
porque tus besos eran mi única salida
y ya no puedo seguir.
Me hallo en un camino
que termina en un muro
de angustias;
mis manos no consiguen escalar
porque últimamente
tiemblan demasiado
y mis pies están cansados
de correr detrás de ti.

Porque sí, es cierto.
Soy yo la que corro detrás de ti
para no correrme
pensando en los lunares
de tu espalda
que formaban constelaciones
porque tu sonrisa brilla más
que todas las estrellas
de la Vía Láctea.
Sí, soy yo.
La que ando escribiéndote versos
confiando en que un día de éstos,
pases y leas uno de ellos.

Sé que no debería decírtelo,
pero a veces
-por no decir siempre-
te echo de menos.

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