viernes, 8 de julio de 2016

Te odio. Te quiero.

Te echo de menos.
No sabes cuánto te echo de menos.
He roto los versos
que te he escrito
todo este tiempo.
Los he roto
porque no quiero 
volver a leerlos.
Porque cada vez que los leo
la voz se me quiebra
y las lágrimas saltan de mis ojos
y no quiero.

No soy tuya.
No sé cuántas veces
lo habré repetido
por las noches
para poder dormir.
No soy tuya.
Ni mis labios
quieren juntarse con los tuyos
por más que mi boca
se acerque a ti.

No soy tuya.
Las manos tiemblan
porque tengo mal pulso.
De verdad.
Y los ojos están rojos
porque se me ha metido
un poco de nostalgia en ellos.
Nada más.

Te odio.
De verdad te lo digo.
Te odio.
Odio esa manera que tienes
de controlar mi cuerpo
y asfixiar a mi corazón
que de tantas lágrimas
va a acabar ahogado.
Joder, te odio.
No quiero hablar de ti.
Odio esa manera que tienes
de mirarme
y tu sonrisa.
Odio tu risa.
Odio tus manos
cuando agarran a las mías.
Te odio.

Estoy sentada en una esquina.
El cuarto está en penumbra,
aunque no tanto como yo.
Estoy intentando encontrar comprensión
en unas líneas de un poema
de Neruda
y ni siquiera mi poeta favorito
puede consolarme,
aunque sólo sea con rimas.

Se me llenan los ojos de lágrimas.
No, joder.
Hay que ser fuerte.
Hay que seguir escribiendo.
No podemos acabar en un caos
sin haber terminado el verso.
Te odio,
pero ¿sabes qué?
Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario