miércoles, 6 de enero de 2016

Perdiéndote, perdiéndome.

Me voy perdiendo
en otras bocas,
tratando de encontrar
el sabor de tus besos,
el calor de tus abrazos.
Intentando hallar
la misma sensación
de euforia
que tenía cuando
hacíamos el amor.
Pero el sexo
ya no es lo mismo
sin ti.

Sigo poniéndome
tu sudadera
cada mañana
al despertar,
ya sea sola
o con alguien.
Normalmente,
ese alguien
me pregunta
de quién es
esa sudadera
y yo suelo mentir
nombrando
a cualquiera que él
desconozca.
Pero es tuya,
porque sigue
oliendo a ti.

Noto el calor
recorrer mi cuerpo
cuando me la pongo,
como si tu alma
me estuviese abrazando.
Sin embargo,
a pesar de ello,
sigo teniendo frío.
Desconozco
el motivo,
pero probablemente
seas tú
y tu insoportable
ausencia.

Cuando se marcha
ese alguien
cuyo nombre
desconozco,
me sirvo una copa
de Whisky,
me siento en el sofá
y, en silencio,
lloro
porque otra vez
de las muchas tantas
pasadas
estos últimos meses,
he echado a perder
una noche.
No te he encontrado
ni en sus besos,
ni en el sexo,
ni en el final 
de esta botella
de Whisky,
ni en el último
cigarro
que me queda.

No te he encontrado
porque te has ido,
porque me has abandonado,
perdiéndote
en Dios sabe dónde,
y lo peor de todo
es que me has hecho
perderme a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario